EL RECIENTE estudio de Unicef sobre maltrato infantil en el país no hace sino revelar cifras preocupantes sobre la calidad de vida de niños y adolescentes, al constatar que un 71% de ellos sufre algún tipo de violencia, física o psicológica, por parte de alguno de sus padres, y que el 8,7 % declara haber sido víctima de abuso sexual.
Si bien es cierto que desde 1994, cuando la organización realizó el primer estudio, el porcentaje de niños que han sido víctimas de violencia y maltrato físico grave se ha reducido, la magnitud de los logros aún resulta insuficiente.
Es indispensable que Chile en su conjunto aborde esta problemática con la urgencia que requiere, la cual no puede descansar sólo en acciones preventivas por parte del Estado. A éste le cabe focalizar adecuadamente su ámbito de acción, que permita una prevención eficaz y detección oportuna del maltrato y abuso infantil.
Sin embargo, cabe resaltar por sobre todo el rol que deben desempeñar las propias familias en el cuidado y protección de los niños, cuyo rol fundamental no puede ser sustituido. La formación de hábitos responsables en los padres resulta indispensable, en lo cual la educación juega un rol fundamental.
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